domingo, 1 de febrero de 2009

Y en el último momento llegó la emoción...

26 de noviembre del 2008: En el restaurante del hotel vemos las noticias de la CNN para Asia. Los camareros observan atentamente mientras recogen las mesas de los turistas que van marchando. Algo ocurre en el parlamento del país, parece que ha estallado alguna bomba que ha matado varios manifestantes del partido de la oposición. Nosotros tomamos el último desayuno en Bangkok, antes de hacer la última excursión por la ciudad. Antes de salir del hotel Narai le hacemos unas fotos al vestíbulo.


De nuevo, al salir del hotel, nos acosan los taxistas y los tuk tuks, que al ver que no nos dejamos estafar se alejan de nosotros con desprecio. Al final un chico joven nos coge con su taxi, sin poner objecciones a nuestra petición de poner el taxímetro. Lo genial viene cuando llegamos a un punto en el viaje, en el cual dice que ya no puede ir más lejos pues el tráfico es muy denso, en ese momento y antes de parar vemos como quita el taxímetro. Al momento de apagarlo marcaba 60 baths, el majete nos dice que debemos pagarle 260 baths. ¡Es increible! Nuestra indignación es total, él se nos enfrenta y nos cierra los pestillos de las puertas para que no podamos salir mientras le amenazamos de ir a la policía. Como nos imaginábamos que amenazarlo con ir a una policía corrupta no funcionaría, al final pactamos un precio de 160 baths y todos contentos, mejor dicho, todos cabreados, hasta el estafador.

Desde donde nos quedamos aún falta la mitad de camino hasta llegar al Gran Palacio. Cuando llegamos está a reventar de turistas. El interior nos encanta, es precioso, aunque ya nos lo encontramos en un momento en que estamos saturados de templos.









El buda esmeralda es una miniatura y no vale mucho la pena, quizás su historia. En esta foto ni siquiera se ve, está al fondo. Eso sí, la hucha de las donaciones está a reventar de billetes.



Desde allí vamos caminando dirección Siam Square, la zona comercial. Volvemos a pasar por el templo Wat Suthat y allí cogemos un tuk tuk que nos lleva, y no nos lo creemos, por el precio establecido y sin paradas imprevistas, hasta el MBK. Tan pronto llegamos nos vamos a buscar un restaurante donde comer algo. El elegido es un fast-food donde comemos pizza. Es nuestra última comida en Tailandia, me parece que cometemos un pecado, pero bueno, ya nos queda poco dinero y tenemos que aprovecharlo para las últimas compras. Tras la comida hago mi mejor compra de todo el viaje: la camiseta suplente del Barça por doce euros, la original, la de Iniesta (sólo le falta el sudor del niño de "Los otros"); en Barcelona cuesta cinco veces más. También compramos una talla de un buda tailandés y, como no, hacemos el último masaje tailandés. Es una lástima porque no aceptan tarjeta y el poco líquido que nos queda ya en baths sólo nos permite una hora de masaje, hubiésemos deseado hacer otra más. Tras el masaje y un paseito más, decidimos volver al hotel tranquilamente a ducharnos y hacer las maletas. Volvemos en el skytrain con nuestras últimas monedas, ya no nos queda ni para la propina al guía que nos lleve al aeropuerto. El skytrain nos ha encantado, la única crítica es que el aire acondicionado lo tienen muy fuerte, aunque eso es lo normal en cualquier recinto en Bangkok. Nos duchamos y mientras hacemos las maletas, de repente, suena el teléfono. Es nuestro guía de Asian Travels para el aeropuerto. Nos dice que tendríamos que salir media hora antes para no tener problemas en el aeropuerto, pues los opositores al gobierno socialista se están acumulando allí y se cree que pueden cortar los accesos en breve. A las 19:30 salimos hacia el aeropuerto, media hora antes de lo previsto. El chófer no se anda con tonterías y nos lleva a toda velocidad por la autopista. Mientras, él y el guía van escuchando las noticias en la radio, y este último nos va traduciendo la información, supongo que de forma filtrada para no asustarnos. A tres kilómetros de la llegada al aeropuerto comienza el lío. El tráfico se detiene de repente y en los arcenes comenzamos a ver como aparcan coches, rancheras y furgonetas de las que salen gente con camisetas amarillas, el color de la oposición, algunos con bates. Llevamos tres horas en la caravana, los manifestantes han dejado sólo un carril de los seis originales de la autopista. Incluso durante el camino hemos tenido que esquivar coches parados en medio de la caravana, que habían dejado abandonados estos manifestantes para estorbar más. Los arcenes están completamente tomados por los manifestantes, todos con algún tipo de herramienta que puede ser utilizada como arma, aunque por suerte no se ven ni armas de fuego ni machetes. Ni nos atrevemos a mirarlos desde las ventanillas, pues fácilmente pueden hacernos parar y obligarnos a seguir andando con las maletas...o sin ellas. Silvia tiene unas ganas locas de ir al lavabo, no se aguanta. Hay un momento en que nos obligan a girar y alejarnos por momentos del aeropuerto. El chófer conoce bien los caminos y nos reconduce por otra carretera hacia la parte trasera del aeropuerto. Silvia le pide al guía que paremos en algún sitio donde ella pueda orinar. Resulta que él también tiene muchas ganas. LLegamos al hotel del aeropuerto y allí se detiene nuestra mini-van, Silvia y el guía salen corriendo hacia los lavabos. Durante los casi diez minutos que me estoy esperando al lado de la mini-van puedo oir claramente los cánticos de los manifestantes, siento como que cada vez están más cerca, parece que haga una eternidad desde que Silvia y el guía han marchado. Al final llegan y el chófer justo nos dice que no puede seguir más lejos, así que el guía nos ayuda con las maletas y nos lleva corriendo por el párquing del aeropuerto hasta un ascensor donde subimos con unos cuantos azafatos/as. Seguimos corriendo hasta la zona de facturación, oimos a gente que dice que ya no salen más vuelos. Llegamos a la facturación y nos dicen que nuestro vuelo está previsto que salga. Facturamos y el guía nos deja para que accedamos a la zona de pasajeros. Es una pena, pero el guía que más servicio nos ha dado es el que se queda sin propina pues no nos queda ni un puñetero bath. Gracias a él y a su previsión hemos conseguido salir del pais. A las doce y media de la noche sale nuestro vuelo. Es de los últimos, si no el último, en salir del aeropuerto internacional de Bangkok, hasta diez días después. Mientras esperamos en la zona de embarque vemos llegar a las dos mujeres magrebíes que nos dieron el tostón en el viaje de ida, no nos podemos creer nuestra suerte, es increible. Al menos, cuando embarcamos las perdemos de vista, han ido a tocar las narices a otros pasajeros. Llegamos a Amsterdam a eso de las cinco de la madrugada, tenemos unas tres horas de espera hasta coger el vuelo a Barcelona. Compramos bombones, agua y una chaqueta de chándal retro. Llegamos a Barcelona sanos y salvos, a eso de las once estamos en casa. Ya se ha acabado todo. Mañana Silvia vuelve al trabajo, y yo pasado mañana.

Hasta la próxima luna de miel.
..

El mercado flotante

Esta mañana madrugamos para ir al Mercado flotante de Damnoen Saduak, con el chófer que ayer contratamos en el hotel. El paseito nos ha costado 2400 baths. Pero lo bueno es cuando llegamos allá.
El chófer nos ha llevado directos a la compañía de botes que ha querido, es decir, a la que le da comisión. El paseo en bote de una hora y media por el mercado flotante y sus alrededores cuesta 1500 baths más, cuando habíamos leido que por 500 ya te lo hacían. El tío de la empresa nos contesta que si es más caro es porque ellos entran en el mercado flotante mientras que los otros botes no pueden. Luego hemos visto que esto no era así y que el mercado estaba plagado de botes, y lo que les interesa a los del mercado es que accedan el máximo de guiris posibles.
El mercado la verdad es
que nos decepciona muchísimo, está completamente enfocado al turismo. De saberlo hubiésemos cambiado esta excursión por la de Ayuthaya, aunque bueno, hay que verlo y luego juzgar.



Durante el paseo hemos parado en una fábrica artesana de azúcar de coco, donde hemos comprado unos caramelos compuestos exclusivamente de este azúcar, un alimento energético a más no poder.



Una vez hemos dado la vuelta por el mercado el gondolero, por decirlo así, nos lleva a dar una vuelta por los alrededores, llegando a un templo que está ubicado al lado del río. El gondolero ha comprado a unos monjes que estaban allá una bolsa con algo parecido a pan y nos la ha ofrecido para que le echásemos la comida a los peces. Éstos se han lanzado salvajemente por cada puñado que les hemos lanzado. Ha sido divertido.



Cuando hemos regresado al punto de partida le hemos pedido al chófer que nos llevase al mercado flotante pero por la zona peatonal, es decir, para verlo desde tierra a nuestro aire. El paseo ha sido interesante y hemos aprovechado para comprar algún souvenir. Además, yo me he comido un bol de noodles, que estaban muy buenos, que me ha costado 20 baths (medio euro) en un puesto de comidas flotantes.



Hemos vuelto al hotel a eso de las cuatro de la tarde. C
on toda la tarde libre hemos aprovechado para pasear por las cercanías del hotel, viendo a los niños salir del colegio, uno de ellos con una camiseta del Atlético de Madrid; también hemos visitado un templo hindú donde estaba prohibido hacer fotos, y una mezquita musulmana donde estaba prohibido entrar mujeres; por último hemos ido a comer algo en un restaurante de comida rápida de un centro comercial cercano, en el cual nos ha parecido curioso ver a una camarera que en realidad era un camarero, cosa que en Tailandia se lleva con total naturalidad, aunque no os engañeis, también hay mucha gente, como Paco, que se burla de ellos. Al lado del restaurante había un puesto de postres con una dependienta que nos ha entretenido la comida: no dejaba de mirarse al espejo e incluso se ha puesto a plancharse el pelo.



Después de esto hemos caminado un poco para coger el skytrain y que este nos acercara al MBK donde nos hemos hecho unos masajes y también hemos aprovechado para hacer alguna que otra compra de las pocas que nos quedan por hacer.



Hemos cenado allí, en un buffet japonés, de estos donde las viandas estan en una cinta giratoria que no deja de dar vueltas. No hemos sabido aprovecharlo porque nos han puesto unos utensilios que no teníamos ni idea de cómo utilizarlos, y el sushi no nos ha acabado de gustar demasiado. Hemos regresado en el skytrain que nos ha dejado en pleno Pat Phong. De camino al hotel se nos ha cruzado una rata, prefería un gato negro, la verdad. Espero que no sea premonitorio de lo que pasará en las próximas veinticuatro horas...las últimas en Bangkok y en Tailandia.

China town y el Buda reclinado


Hoy toca ir de templos por Bangkok. Pensamos ir andando des
de el hotel hasta la ribera del río Chao Phraya donde se encuentra el Wat Pho, el templo del Buda reclinado. El desayuno en el hotel ha sido muy bueno, con huevos, salchichas, yogur, café, cereales, bollería, fruta,...Nos hemos puesto hasta las cejas, como está siendo la tónica todo el viaje, vamos.



Después de pensar que estamos perdidos prácticamente al salir del hotel y hacer dos giros, un amable lugareño nos indica que vamos en la dirección correcta. Un cuarto de hora más tarde llegamos al primer punto de interés cultural de nuestra excursión del día: La puerta de China.



Esta puerta señala el inicio de Chinatown. Justo al lado se encuentra el Wat Traimit, un templo bonito pero nada del otro mundo.



Al otro lado de la calle Charoenkrung se encuentra un hospital con un templo pequeño donde va la gente a orar. Los símbolos budistas en esa zona son del budismo chino.



Seguimos recto Charoenkrung dirección al río Chao Phraya y llegamos a un mercado que poco a poco va ganando animación. Hay dos calles paralelas, Charoenkrung y Yaowarat, que son las principales arterias de Chinatown, y entre estas una miriada de pequeñas calles que las unen. Acaba siendo un paseo fantástico para los ojos.



El mercado desemboca en el templo Wat Mangkon Kamalawat, donde no se pueden hacer fotos, y la única que tengo nítida es la de una cucaracha gigante moribunda. Ay pobre!!!



Poco más allá entramos en el barrio de mayoría india y paquistaní, Prahurat, también conocido como Little India. En él hay mezquitas y templos hindúes, aunque nosotros sólo nos paramos en un 7-eleven a coger algo frío y refrescante pues la calor es insoportable.



Ya no pararemos hasta llegar al templo de Wat Ratchabophit, un templo precioso con la curiosidad que en algunas de sus entradas tiene tallado en relieve las figuras de soldados ingleses, seguramente por la obsesión de Rama IV con la Gran Bretaña, pais dónde estudió y del cual se trajo entre otras cosas la manía de conducir por la izquierda.



El templo está al lado de un canal que lo separa del parque de Suan Saranrom, un lugar precioso que parece que esté en una ciudad diferente, sin contaminación de ningún tipo y dónde la gente pasea tranquilamente o hace footing.



Tras descansar un ra
to en este parque nos lanzamos de lleno al Wat Pho y a ver su Buda Reclinado...¡impresionante!. Tuvimos que pasar dos veces acompañados de miriadas de turistas para valorar mejor lo que estábamos viendo.



Después del Buda reclinado, la imagen del Buda de la muerte, nos dejamos llevar por el recinto del templo, llegando a un edificio donde se halla una escuela de masajes. Los estudiantes hacen los masajes a los turistas a precios módicos, bueno, no tan módicos como esperábamos, pero es que los thai de tontos no tienen un pelo, y aprovechan cualquier mínima ocasión para pelar al turista, con todo el derecho, pero a veces se pasan.



Tras el Wat Pho intentamos entrar en el Wat Prakaeo, el templo del buda esmeralda, pero ya ha cerrado. A las puertas hay decenas de timadores de turistas, simulando querer ayudarlos pero en verdad lo que quieren es llevarlos allá o acá según quién les dé la comisión.
Nos volvemos dirección el hotel por la calle Bamrungmuang, llegando al Wat Suthat, el último templo que vamos a visitar hoy. Es bonito pero me quedo con el Wat Pho.



Cerca del Wat Suthat cogemos un tuk tuk. Hasta ese momento hemos hecho algunas intentonas pero tanto los tuk tuk como los taxis pasan de nosotros a menos que paguemos lo que ellos nos dicen o que hagamos paradas intermedias en aquellos comercios donde ellos tienen comisión, cosa a la que no accedemos. Este chico nos lleva hasta el hotel y le damos propina por su honradez.



Tras un baño en la piscina del hotel, en el segundo piso, una cosa muy rara pues se trata de una piscina muy grande, de unos veinte metros de largo y diez de ancho, una ducha y a la cena en el restaurante del hotel, también comida italiana. Se nota que estamos hasta los webs de tanta comida thai como llevamos en todos estos días.

Después salimos un rato a pasear por el Patphong hasta que yo ya no aguanto más y nos volvemos a la habitación. Antes del paseo contratamos para mañana un chófer que nos lleve al mercado flotante de Damnoen Saduak.