lunes, 8 de diciembre de 2008

De Khonkaen a Pitsanulok


Esta mañana es de sentimientos encontrados. Por un lado estamos contentos de empezar una nueva etapa, y por otro nos da pena despedirnos de Henk, Noreen, Miki, Jing y la perra Mai Tai. Henk nos ha dado quinientos baths para arreglar el tema del almuerzo que su agencia nos debía pagar, el triple de lo que nos cuesta un almuerzo en esa zona. Además nos regala un CD con las fotos que tomó en la fiesta de la noche anterior. El trato que nos han dado ha sido excelente.
Antes de marchar damos una vuelta por el pueblo, el cual aún no habíamos visto de día. Visitamos el templo, que está en reconstrucción.


Una vez hecha la visita de rigor al pueblo vamos a casa de Henk a desayunar y a despedirnos de todos los de la casa. Observad los platos de desayuno preparados por Nareen, la mejor cocinera thai que vamos a encontrar en todo el viaje.



Partimos con un nuevo conductor, Pitsieng o algo así; no hay guía y él no habla inglés, así que la comunicación con él es mínima. Antes de salir de Kampoh vemos a unos lugareños limpiando gallos de pelea que tienen en jaulas individuales y paramos para hacer unas fotos.


Seguimos camino hacia Nam Nao, tan sólo parando una vez más en un 7-eleven para tomarnos esos cafés helados que tanto nos gustan de Nescafe.



 Llegamos a Nam Nao al mediodía. El trekking acaba siendo un paseo por la jungla, sin mucho que ver y con miles de mosquitos chupasangre acosándonos.



Tras hora y media de caminata llegamos a la recepción del parque. Comemos unos noodles en un bar allá mismo, rematados con un café helado muy bueno, que me tomo rápido por si el hielo puesto no es de fiar. Compramos varias camisetas y marchamos sin más pausas en un largo camino lleno de curvas hacia Pitsanulok.

Cuando llegamos a la ciudad la impresión que nos da es de una ciudad fea y de tráfico caótico. El hotel parece de lujo pero la habitación no es nada del otro mundo. Mientras nos duchamos nos llama nuestro nuevo guía de habla hispana que acaba de llegar al hotel y queda con nosotros a las ocho para cenar. Se llama Paco y es tailandés...curioso. Damos una vuelta por los alrededores antes de cenar pero no nos gusta nada el ambiente.
Cuando llegamos al restaurante del hotel nos está esperando Paco, bajito, pasaría por el típico andaluz saleroso si no fuera por sus ojos rasgados. No cena con nosotros, solo ha venido para presentarse y decirnos que mañana nos levantamos a las 6:30 para desayunar a las 7 y salir a las 7:30 a ver el templo más importante de la ciudad.
La cena del restaurante consiste en un buffet libre con sushi, comida thai y occidental (hasta tienen leche con grosella). El restaurante está lleno de franceses y alemanes.
Al terminar nos vamos al centrol comercial anexo donde no hay nada peculiar; a las nueve nos volvemos a la habitación. El exceso de cafés durante el dia hace que a la una de la mañana me despierte y no me vuelva a dormir hasta las tres.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Paco el tailandés? ¿En serio no os tomó el pelo?

Anónimo dijo...

Juas!!,
no no, ese nombre se lo pusieron cuando estuvo estudiando algo de turismo en Barcelona hace unos veinte años, pues su nombre era casi impronunciable. Le gustó tanto lo de Paco que ya hasta los tailandeses le conocen como Paco.
Saludos